jueves, 6 de octubre de 2016

Concepción, 5 de Octubre, 2016

Concepción, 5 de Octubre, 2016


El abismo insomne, pródigo en terrores, me niega el sueño
La oscuridad me mastica y me escupe directo en las fauces inclementes del Sol del día


Desde la Casa de Salud pedaleo por Rodríguez y Paicaví hasta la UdeC
Y subo el cerro para saludar a la encina rodeada de hiedra junto a la escalera de piedra
Allí donde una noche de junio juntos enfrentamos todos los miedos de este mundo


El viejo árbol entonces seco brilla hoy con verde primavera
Pero no me detengo y subo hasta encontrar una ladera soleada
Enfrentada al vasto abismo de Concepción


Aquí es donde al fin la nostalgia se devora a sí misma e inventa lo anhelado
Como sentir el halo y la presencia de aquella que aún ausente asiste
Vibrando como luces minúsculas en el aire, como susurros en el viento


Un pájaro negro, un tordo, küreu (Curaeus Curaeus), negro como la muerte y como el mar, me guía con graznidos hasta un santuario en la cumbre, donde tres árboles nativos sostienen un triángulo encantado


El pasto está largo, de 30 centímetros, intercalado de flores amarillas, las ortigas rebosan insectos
La naturaleza toda gira en espirales y crece y se replica a sí misma como una plaga enorme: todo es plaga
La tierra es hermosa y horrenda, sobrepoblada de ángeles monstruosos que pululan en cada esquina del mundo


Me acuesto en el suelo sobre la hierba: la luz me quema, el aire me envenena
El tordo grazna en una rama del árbol sobre mi cabeza
La tierra me abraza y me devora con su sexo:
La odio, la amo, la olvido
Y al fin, por un instante, descanso

Post Scriptum
El campanil entona el himno del tiempo: son las 6 pasado el meridiano, me levanto, desciendo del cerro y vuelvo
Felices 466 años a la ciudad de los lares indómitos y del río como el cielo, ciudad de muertos, de fuegos fatuos, ciudad de húmedos abismos.

miércoles, 5 de octubre de 2016

A LOS GEMELOS. Concepción, Junio 2016

Porque la vida imita a los viejos cuentos de brujas y de espadas. Tal es el rostro que las generaciones imprimieron a golpes sobre la roca de los tiempos. Tal es nuestro rostro, entonces. Entonces te contaré una historia falsa. Falsa pues traiciona la superficie de los hechos. Falsa pero fiel al insondable abismo del hecho verdadero: el viejo mito, la flor azul e inexistente, más real que todas mis certezas.   
 
A ti y a la vasta sombra que he entrevisto de tus luces. Y a los gemelos que el zodiaco nos dice que habitan en tu pecho. A ellos y a sus sombras. Y a las luces de esas sombras: los dioses y demonios que en legión habitan los continentes de tu alma. A ellos quiero conocer. Y que se conozcan con mis hordas y legiones. Y que hagan el amor como si guerra fuese , y que  a la guerra vayan, de amor plenos.
Sucede que soy hijo del fuego y en mi alma siempre hay un incendio. Trabajo en las bodas del cielo y del infierno, como novia y como novio: nosotros anhelamos la cadena  libérrima del amor, nosotros buscamos la paz eterna y fraterna.  Pero mi naturaleza busca y anhela paz y amor en el relámpago, en el terremoto, en la tromba y en el siniestro. ¿Y acaso no habitan también ahí, en su contrario, como en mi brasa habita el hielo y en mi tierra el viento?

  

SONETO DE DESPEDIDA. Concepción, Mayo 2016.

Auxilia, musa feroz, estos versos
De triste duelo y feliz alabanza:
Transfórmalos en fuego que destruya
Con tu luz, su recuerdo y mis dolores.
Pues fuiste tú, diosa de amor y muerte,
Quien puso a esa niña en mi camino
Para alumbrar mi noche con sus ojos
Para cegar mis días con su cuerpo.
En el negro espiral de sus cabellos
Encontré de mis miedos la alta torre
Y de mis dichas la profunda celda.
Nunca los bosques brillaron tan verdes
Ni reflejó un verano la edad de oro
Con tanta luz desde el ocaso al alba.


SONETO DE JUNIO. Concepción 2016.

Junio principia y el año termina
En el Sur, el otoño es tenebroso:
La lluvia deshoja bosques luctuosos
Y en la noche cadáveres germinan.

En las calles la patria acuchillada
Por su propia sombra  sangra y agoniza
La estatua de Cristo yace hecha trizas
Y el alma de la tierra es ultrajada.

Atravesando el humo de la guerra
Y de la turba juntos caminamos
Buscando un camino que lleve lejos.

Allá arriba, a las cumbres de los cerros
Donde vive el tesoro que buscamos:
El remedio del alma y de la tierra.

Un Episodio Mío que el Otro me Cuenta. Concepción. Julio 2016.

Un Episodio Mío que el Otro me Cuenta

Soñaste que estabas solo en la casa de tus abuelos en Los Andes. Allí también es invierno, tus abuelos han muerto hace tantos años. También allí  te has acostado al alba demasiado drogado y demasiado borracho y pronto te despierta la sed y la fiebre y la vaga certeza de algún deber imaginario. Miras el sol de la mañana sobre la cordillera nevada en un día frío y despejado: es tan cálido, tan rojo el sol, entonces piensas que el sol es el fuego de una estufa, la llama viva de una chimenea, el fuego de un hogar, de tu hogar.
Ahora despiertas aquí ahora: en un tiempo y espacio innombrable. Tampoco aquí  podrías decir ahora tu propio nombre, tardas mucho en recordarlo: un ser que se te asemeja y opone te habita y te despierta y te alumbra y te incendia como un sol, como una fiebre. Y no tiene un nombre, no sólo uno, ninguno que no cambie a cada  instante: su nombre es lo que él es, lo que él está, un allí, un entonces.
El aquí  es una cueva oscura y cálida donde se oye un lejano afuera: es tu casa.  Sin saber aún cómo te llamas, prendes el computador para ver la hora, ese arbitrario mapa de números que usamos para chocar unos con otros en lo eterno;  sin saber aún cómo te llamas pero ya temeroso de haberte dormido todo el día y que ya sea de noche y tener que ir a trabajar y haber faltado a ese amable encuentro y morir desilusionado de tí mismo como quien se pierde el final de una película en el cine por ir al baño, como quien se pierde el espectáculo de lo extraordinario por estar mirando hacia otra parte, como quien se pierde por estar mirándose, por estar cayéndose,  en el abismo de sí mismo, de su espejo. Tan solo, tan incompleto, tan ansioso de encontrar afuera, ahí en ese reflejo  tan cercano e inasible, aquello que mora lejos, tan lejos, dentro de uno, como el sol rojo de un sueño.
Y tal como en el sueño has despertado muchas horas antes: es mediodía, tienes sueño e insomnio, hambre y sed y síntomas claros de envenenamiento. En el computador suena el audio interminable de una tormenta inexistente, rainy mood, por siempre en tu alma estará lloviendo. Y por un instante albergas la esperanza alegre de un diluvio universal y de haber despertado muerto. “Retraso mental -te dices a tí mismo-: no tenemos tanta suerte. El mundo moderno es su propio castigo y su propio infierno.”  
 



Níðstang. Poste de Maldición. Concepción. Julio, 2016.

Níðstang. Poste de Maldición.
Hace cuánto siglos que el poema no maldice
-no hablo de la maledicencia de la plebe ni de míseras disputas de poetas-
(Ni del hijo de Idaho, héroe de Venecia, con nombre de profeta y de peniques, poeta americano enjaulado por la usura.)
Hablo de conjuros y maldiciones en graves versos
Hablo de runas de muerte talladas en las rocas.
Hablo de poemas que traen la enfermedad, la sequía y la ignominia
A quienes el poeta, por fuerza, los destina
Con la majestad que sólo un poeta tiene.
No improvisa su oficio no lo inventa
No lo busca, no lo quiere
Quien es víctima de la Musa, la vieja Diosa Triple  y cavernaria.
Muere deshonrado el poeta fementido
Si las cosechas que lo alimentan también dependen de su lengua:
Porque su Amo y Maestro es el Dios del Viento y la Palabra
Que fecunda los campos invocando al Sol
Y a la lluvia.
Malhaya el poeta que no bendiga lo sagrado de una mesa, aún con su silencio.
Malhaya el poeta que no sana con su ensalmo la pata rota de una vaca, o que no lo intenta.
Malhaya el poeta que no condena los crímenes contra su estirpe, contra su tierra:
Aquí se confunden muchos, aquí se separa el poeta de feria del bardo que mora en la espesura.
No es asegurar los aplauzos en la plaza
No es comprar los votos, mejor lo hacen los mercaderes que hoy rigen con plúmbeo cetro:
Es saber oír y poder recitar con callada fuerza
Los fatales versos que los dioses dictan contra quienes ofenden lo sagrado.
Es sabido que los hombres nobles luchamos junto a los dioses
Es sabido que luchamos junto a ellos sólo para perder finalmente la batalla del tiempo.
Menos sabido es, pero dice un poeta que los dioses saben,  que contra la estupidez es nuestra guerra y siempre perderemos.
Menos sabido aún que hemos de perder la vida, única que recordamos o conocemos
No sabiendo que siempre volveremos.
Y que esto es lo único que los dioses envidian de los héroes.
Sean los poetas héroes, sin querer serlo, o no lo sean.

Salud por quien combate por su pan, por sus padres, por sus hijos, por su tierra, aunque mísera.
Salud y honor por quien sabe que siempre perderemos y aún sin esperanza va a la guerra:
El honor siempre fue suntuario, innecesario
Un lujo, un capricho, crear de gusto un sentido para lo insensato:
La misma vida.
Honorable y más que bienaventurado:
Saber morir y conducir a otros a esa altura desde donde precipitarse con orgullo en un abismo.
Pronunciar la íntima verdad a sabiendas de que es inaudible para los muchos.
Y quien la escucha, desearía de pronto ser sordo.




Bendita la derrota, pronuncia en una arenga alguien anoche en mi sueño:
Nuestro mundo, que es nuestra alma, será violada y desangrada por lo más horrendo que imaginar podemos.
¿Daremos aún así la batalla, sin fe en la victoria, sin esperanza en el milagro, sin consuelo en la derrota, sin una bala que nos libre de nuestro peor tormento?
Salud, jóvenes furiosos: cerrad las calles, quemadlas, destruid lo que estiméis necesario.
Destruid sin peros.
Destruidme, intentadlo, si así también lo juzgáis oportuno.
(Alguna batalla os daré, la que pueda, sin rencores)
La única delicadeza que os pido, a alguno de vosotros, de entre los mejores
A sabiendas de que hoy en día pocos darán la altura y el ancho
No seáis el reflejo de lo que odiamos
No seáis como ellos en un signo inverso
Los signos se invierten, como cada polo de este mundo
Día y noche, luz y sombra, estío o invierno
Se alternan sin afanes.
Tened el único gesto que os diferencia en ese único momento
Cuando la muerte a todos nos iguala:
Al vil y al noble, al rastrero y al valiente
Al falso y al verdadero.

Ingrato es lo que canta la Musa por mi boca:
No le es plácida la función al instrumento.
Habéis de saber, no obstante, el origen de lo que nos destruye
Que es el propio fundamento de nuestra honra.
Honra es lo que el enemigo ignora
Que es el deber para consigo y con el resto.
Usura ha sido llamada la infamia, la cobardía, el dolo, la malicia, el perjurio, la insidia y la indolencia.
Cuando tu alma de sí misma se ha vaciado:
Qué te quedará más que vaciar y envenenar las otras.
Nada es personal.
No más que una máscara de un actor es nuestro ego.
Alguien tiene que encarnar el cáncer y el gusano.
Muchos complacidos lo han hecho: así cumplieron su destino.
Si no fue el tuyo tu regalo es comprender lo que para ellos siempre será un misterio
Y sin odios ni rencores pero sin piedades aún así darles batalla.
Es evidente que siempre perderemos.
Pero recuerda que no hay premio, no hay gloria no hay cielo: perderemos.
Daremos, aún así, noblemente la batalla
Aunque nadie pueda honrar mañana nuestro sacrificio con su recuerdo?

Dicho esto:
Alzo ahora, al fin, como poeta, mi copa de salud colmada de veneno, más que trinchera o barricada, esta es mi maldición, mi conjuro de muerte, de deshonra  y destrucción, mientras puedo.
En un promontorio de la tierra, como en el lejano norte antes  mis lejanos ancestros hicieron
Un palo de un árbol sagrado clavo con la cabeza de un animal muerto
Invocando a los espíritus guardianes de esta tierra
del Sur que llamamos Chile:
Para que quienes contra toda ley divina y humana quitan el aire, el fuego, la tierra y el agua a su propio pueblo:
Que nunca encuentren paz alguna ni en su propio pecho, ni camino seguro a casa, ni buen dormir ni sabio sueño, ni tranquila muerte, ni provechosa riqueza, ni pobreza digna, ni sanos hijos, ni amorosos nietos, ni amores fieles, ni descanso alguno ni cálido lecho, ni honrosa vejez, ni comida sin estiércol, ni bebida sin veneno, ni fiesta sin tristeza, ni mirada sin reproche, ni silencio sin estruendos.
Y que si el oro vulgar buscaron, como Midas, el oro vulgar paralize de sus hijos para siempre los miembros y tal sea su único e indigerible alimento.
Y que si poseer la cáscara de la tierra desearon, sólo el polvo y la roca les ofrezca el inútil sustento.
Y que los embargue en silencio la verguenza y aún anhelando la muerte ésta los ignore con desprecio.
Tal es mi maldición para aquellos que concientes del daño y del yerro, por estupidez o cobardía, por deliberada ignorancia o por malicia, siguieron prefiriendo su pequeño beneficio a actuar según lo que cada uno sabe que es lo correcto:
Pequeño es el mundo y el alma del mundo es el alma de todos nosotros
Aún más pequeños
Pequeña es la tierra, nuestra madre
Nuestro padre el cielo, inmenso y pequeño
Si destruyes tu alma, nos destruyes a todos
Todo se destruye
Nada es eterno
Sólo lo será tu propio flagelo y tormento
Así sea
Esta es la maldición de mis versos

SIEMPRE LLUEVE EN MI CORAZÓN. Concepción. Invierno 2016.

SIEMPRE LLUEVE EN MI CORAZÓN
Aún postrado y siempre enfermo,  adefesio desfigurado y asimétrico
-la definición misma de lo monstruoso-: vuelvo a oír la lluvia caer.
Cae para mi hoy como un recuerdo de una antigua salud que no supe gozar,
como una promesa de sanar, alguna vez, y recordarlo aún.
Siempre llueve en mi corazón:
llueve con furia, llueve con alegría o llueve con nostalgia, que es memoria y es dolor.
Y sólo llueve.  
Y el tiempo cae.
Y la vida fluye por la pendiente de los techos y las calles de Conce.
Fluye a chorros de las canaletas de hojalata y de las bocas de las gárgolas de piedra,
como una fiesta sin excusa, que tras su paso deja un surco en la tierra
y una agujero en la roca, un bello recuerdo que pronto se desmorona.
De ahí en adelante, sólo resta dar las gracias, muchas gracias.
Una y otra vez: a cada árbol, a cada piedra, a cada perro,
mientras nos alejamos veloces por las acequias hacia el Bío Bio y hacia la noche,
cada vez más oscuros y sonoros, cada vez más solitarios pero más serenos.

Porque algún día, quizás, al fin, nosotros, en el mar...

ORO ROJO. Concepción. Julio 2016.

ORO ROJO
Para Lole Heyden

La mujer de pelo rojo que vi esa tarde nubosa de otoño en la biblioteca nacional en Santiago y que nunca me miró

El día que conocí a mi hermana mayor y descubrí que era colorina y que mi estirpe albergaba ese gen recesivo, fruto de siglos de cielos cubiertos

(La sola geografía no explica las mutaciones del fenotipo como en los osos polares: los esquimales ni los selk’nam son pelirrojos)

Pero si el cielo es gris seis meses y seis meses en la noche reina el sol negro, el sol de oro rojo brilla en los cabellos entonces?

Rojo es el oro en las sagas que dragones custodian, que enanos forjan, que gigantes envidian, que los dioses roban, por el que los héroes mueren y vierten su sangre.
Sangre roja por el rojo oro.

Lole, roja nube amiga, Dolores sin dolor, alegre es tu nostalgia.
El humo de la yerba en un banco mojado de la Udec por la noche conduce a un viaje dentro de lejanos inviernos.
Mayo el mes fatídico: la tristeza engrosa las raíces, fuertes raíces, sanas, hacia el centro de la tierra.

Una once en el Roggendorf se transforma en magia sin conejos, vieja magia de bosques.
Y todo lo que hablamos, lo imaginamos y aparece frente a nuestros ojos
Más sólido que tu capuchino o que mi strudel.

Tu don de escoger de las frutas la más sabrosa, un regalo que me compartes
Y lo corroboro ayer en la mañana en el almacén de Diego
Y ahora eres para mí como una Venus colorina de Botticelli y una Hécate colorina de Grünwald:
Lole portando la cornucopia
Lole quemando un gato que arde y se transforma en un gato de fuego
Lole sacudida por el secreto viento atómico que destruye los espíritus cada día en cualquier esquina de Conce

Te regalo una imaginaria armadura de plata y un mandoble de toledano acero
Para que la uses de ancla, clavada en la tierra
Y sonrías mientras el mundo se descascara hasta que brillen sus huesos y los nuestros

Nuestros miedos más profundos, nuestra propia Kreuzweg, Via Crucis
Expone sus estaciones como en un cuadro bajo una encina poblada de hiedra
Sentados en la escalera de un cerro
Morir en el momento en que por fin te sientes plena
No saber quitarse la vida cuando es lo único honorable
Para con la vida y con la muerte




Lole como Juana de Arco liberando Orleans: fuerte es lo delicado, lo delgado enorme




Llueve para siempre, Lole: en mi corazón siempre llueve, truena, escampa y otra vez llueve




Nunca antes acompañé en un tren a nadie, sin salir de mi cama, río arriba hasta un pueblo remoto, a visitar a la abuela

Gracias por invitarme: “gracias por acompañarme” me respondes
Y yo temo a la tragedia posmoderna y temo que caigas en un barranco o una acequia por chatear mientras caminas
Pero lo posmoderno cede rebasado por el gesto fraterno de los viajeros
Ver el mundo por tus ojos, aportar con mi mirada encantada a lo que vemos
Como cuando los románticos  cruzaban a pie los Alpes para descansar de las nieblas de Germania y tomar el sol en Roma
Entonces ellos se escribían sentidas cartas en espinuda caligrafía fraktur
Y esas epístolas tardaban años en ir y venir con preguntas y respuestas y emociones del momento que permanecían siempre actuales
Y las ilustraban con bocetos y acuarelas de paisajes
“Mira, querido amigo, como las sombras del pinar dan un rictus grave a este locus amoenus”
Pues esos paisajes estaban poblados de emociones en cada línea y cada mancha
Habitados por nuestras almas proyectadas en ellos
Hechos conscientes, poblados por los númenes de nuestros ojos y mirares
Y aunque nuestro viaje juntos separados se comunica a través del aire casi instantáneo
Ese inmediatez deviene en siglos y el tiempo invoca lo eterno sin urgencias

Qué nuevos dones me deparan tus nubes danzantes, paganos dolores