miércoles, 5 de octubre de 2016

UN VERANO SE ABISMA (SANTIAGO, 2013-2014)


UN VERANO SE ABISMA
Todo abismo es una joya que fascina con su brillo. Todo infierno es un diamante que cautiva con su horrorosa belleza. Horrorosa es la belleza. Y el amor: horror de los horrores. Diamante de la muerte. Fuego que quema el propio infierno. Desde dentro. Tal es el paraíso que espera a los amantes tras la muerte. (Ese momento final de una vida que se extingue, cuando el instante fugaz se detiene y deviene eterno, el instante eterno). Un infierno consumido hasta los huesos. Un abismo de luz devorándose a sí mismo. El universo es un abismo enorme que devora todos los abismos que su oscuro vientre alberga. Todo abismo es circular. Todo abismo es eterno e infinito. No hay Dios. Todo dios es un abismo.



UN ABISMO SE CONTEMPLA
Una estrella cae en un abismo. El abismo se ilumina. La fauna del abismo se contempla a sí misma. Por primera vez. Por un segundo o por un siglo. El horror y el amor devoran sus corazones. Sus ojos se abren. Luego el abismo devora la luz de la estrella caída. Termina de devorarla. Ojos nuevos contemplan asombrados el cielo lejano. Anhelo de estrellas. Todo abismo ama las estrellas.





EL CAMINANTE Y SU SOMBRA EN EL ABISMO
La gente que camina por las cumbres suele visitar el borde de los abismos. Cuanto horror y cuanto amor, cuanta crueldad suicida asoma con el brillo de un cuchillo en los obscurecidos ojos que descansan del sol y de las nubes. Porque todo abismo está lleno de las cosas que amamos y que perdimos. En el abismo las sombras de los muertos bailan y se embriagan y copulan con locura homicida como nudos de serpientes. Nosotros, que caminamos por las cumbres, amamos el horror de los abismos, deseando secretamente caer y perdernos en la oscuridad de sus fauces. El abismo nos ama y nosotros amamos los abismos. Abismo es la novia del caminante.   





39 FALLINGS ON THE ABYSS
Algo en el hombre está hecho de aire, de gases en constante ascenso. Algo en el hombre quiere volatilizarse: el hombre quiere irse volando. Y a menudo los vientos del destino, siempre son del destino, rompen las ridículas amarras con que los hombres se atan a sus islas de basura y de miseria. Y a menudo, oh mierda, tan a menudo, los hombres son elevados por el aire, toda su pesada gravedad humillada por la fuerza fatal del viento, y, sintiéndose libres por un instante sublime, creen ser dueños de los cielos. Pero sólo para ser despojados en ese mismo instante pues todo lo sublime es inhumano. Tan a menudo, elevarse sólo para ser hundidos en el abismo. El hombre es una frontera de aire sobre un abismo. Un paso más allá, lo sublime: el abismo de los pájaros caídos.

9 MESES DESPUÉS Nueve meses después, el abismo da a luz su caverna
Una vez, nueve años atrás, soñé con la sierra que limita el valle del Mapocho al poniente. Era igual a la que limita por el oeste el valle del Alto Aconcagua. Allí había una cueva poblada de negros jotes, los negros buitres de esta tierra, carroñeros sin las magnitudes y adornos del cóndor. Odin, el tuerto dios de la muerte y de la magia, se presentaba con un yelmo adornado con negras alas de jote. Con su lanza me hechizaba y yo era transportado por las corrientes de aire hasta una elevada cumbre de los Andes. Una cumbre desolada, de negra arena, volcánica e inerte. La soledad me impulsaba de retorno hacia los valles, fértiles abismos. Pero al descender, previsiblemente, perdía el control del vuelo. El sueño despertaba con mi muerte enredado en los cables eléctricos de la urbe. Este desenlace remató varios sueños durante algunos años.
En la tradición narrativa y oral del mapuche, el jote o kanin, encarna la paciente e implacable asechanza de la muerte.  Mi abuelo materno, miserable campesino de Pocuro que devino en carismático pastor pentecostal, poseía un prodigioso don para los apodos, rasgo peculiar de la malicia criolla. En mi adolescencia, mis negras ropas punkis y mi constante asecho a cualquier rapiña, le inspiraron tratarme de jote. Jote Paulo, decía, también El Cutre, apelativo más oscuro, que apela a mi remilgada educación, a mi natural arribismo. El hecho de que Odín, el escandinavo dios cuervo, vistiera en mi sueño las alas del americano jote, reviste para mí el más alto simbolismo. Más que traducción, naturalización y actualización del arquetipo. La subida y la caída, si bien refieren a penosos procesos sociales, aspiracionalidad y arribismo, revisten, por la presencia divina, un sentido más tortuoso. El camino del chamán, el ascenso y descenso entre los mundos, la muerte y el desgarro de la muerte en los abismos como filosofía de vida y método de trabajo.    



OTRO SOLSTICIO DE VERANO
"Al que cae desde una dicha cumplida no le importa cuán profundo sea el abismo." Lord Byron
Recuerdo la prisión, el horror tras los barrotes, la sangre y la mierda, la vida despojada de sentido. Una mazmorra inmunda al centro de un laberinto, al medio y al fondo de una ciudad negra de torres afiladas, como un corazón secreto, prisionero, latiendo con dolor y animando con su latido la vida bastarda de un cuerpo muerto. Alwenwaria, la Ciudad de los Espectros. Recuerdo el fondo del abismo, la muerte del alma, la desesperanza y el vacío, el dolor ubicuo e insondable, la soledad ke desgarra el pecho como un perro. Lo recuerdo como si fuera un sueño. Entonces el corazón se transforma en lobo y la libertad demanda la destrucción de todo lo que amamos. Porque nuestro amor es nuestra cadena y el martillo ke la revienta,  y en el corazón del hombre la libertad es un diamante cruel y violento que duerme esperando despertar. Tal como los volcanes sueñan esperando despertar con fuego, tal como las espadas sueñan esperando despertar con sangre.

  

MIDSUMMER NIGHT’S MARE
Midsummer night’s dream becomes the Midsummer nightmare. El sueño de una noche de mitad del verano se vuelve la yegua de la noche, la sagrada pesadilla. Bajo el sol implacable del solsticio de verano, los reyes de los hombres y los hijos de los reyes, ridículos juguetes en las manos de poderes subterráneos más antiguos,  yacen atados con recios nudos a los robles golpeados por el rayo. Atados con cinco nudos como estrellas cosidas en el cielo, pues el cuerpo del hombre tiene forma de estrella. Atados y despellejados, desmembrados y quemados sus corazones en los crueles altares de Venus y Titania, de la Pachamama y de la Luna. Todo verano es el principio del fin. La gloriosa caída desde la cumbre hasta el fondo del abismo.  



La blanca estatua de Cristo tiene ahora una espada en la mano, una capa azul sobre los hombros y se mueve con el viento, como animada por una poderosa y secreta vida. Se ha convertido en Odín y ahora sonríe con sabia malicia. Lo que anima a la estatua, transformándola, es una fina substancia brillante, un polvo de mariposa como la escarcha con que las bailarinas maquillan sus rostros. Esta substancia flota ahora en el viento, descendiendo del cielo sobre las cosas.
Una vieja bruja me entrega un tosco violín hecho de palos. Animados también por la magia de la escarcha, los palos al frotarse producen una música bárbara e hpnótica. The Lords of Salem, película de Rob Zombie.

Algunos días antes de  este sueño  
Del primer piso sube hasta nuestro departamento un elfo negro. No es africano de raza: es un cuerpo infantil, una mirada maligna y un color de muerto. Negro de muerto.
Deambula invisible por nuestra casa con su mala onda. De alguna manera, puedo culparlo por los conflictos miserables que envenan nuestra convivencia. El gato del hogar- Tomás Botón del Mal aka Tomy- lo vio el otro día. Entra señorial el gato al dormitorio donde yo y la Neda veíamos Hora de Aventuras, se detiene súbitamente frente a la esquina de la cama, donde sobresale un majestuoso pie de Neda. Saludamos al dios felino, como siempre: “Hola Tommy” (o, en felino: “Salve Señor y Maestro”) pero el gato culiao no responde. Con rostro de espanto contempla un punto invisible entre él y el pie. Se acerca cauteloso oliendo y al tocarlo rebota con un enorme y acrobático salto hacia atrás. Video viral perdido. Al gato se le eriza el pelo, también a mí. Sólo la imaginación capta lo invisible: el terror.
Al día siguiente, en el depa de vuelta del trabajo, el gato  duerme plácido en su silla, el suelo del living está lleno de plumas rodeando el cadáver decapitado de una tórtola. Nunca encontré la cabeza.

Medio año después.
En 2007 salvé una tórtola en la casa en Ñuñoa, cuando me dejó mi rucia más breve y más amada, la rubia más chúcara, la ariana imposible,la hija católica de Lutero, la que con su amor fulgurante me enseñó a sostener un hogar con soltura y me apoyó para estudiar dramaturgia y administrar un feudo ajeno, la que que con su desamor me enseñó a escribir sonetos,mi dama de las soledades marinas.





El fondo de un abismo o la cumbre de una montaña, sima o cima, por regla de compensación, dos extremos que se unen. Al amanecer o al atardecer, crepúsculo. Negro azul, luz y sombra, los contornos del paisaje trazados con líneas blancas.
Una caja cuadrada, pequeña y abierta, pero cuyo fondo insondable, invisible, guarda todas las profundidades, todos los abismos, todas las runas y misterios. A su lado, una vara de madera, el asta de una lanza, clavada firmemente sobre la tierra. Esa vara es mi falo enhiesto. La caja es tu vagina.
A un costado, un hombre y una mujer desnudos, un rey y una reina, o lo que signifiquen sus cabezas coronadas, única vestimenta. En cualquier caso, dos seres alados, que yacen abrazados sobre la tierra, fundidos brevemente por un coito inmóvil.
La cópula, tal como la ilustra el Rosarium Philosophorum de 1550: “Aquí está encerrado el sol, rociado por el mercurio de los filósofos.”


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