miércoles, 5 de octubre de 2016

ORO ROJO. Concepción. Julio 2016.

ORO ROJO
Para Lole Heyden

La mujer de pelo rojo que vi esa tarde nubosa de otoño en la biblioteca nacional en Santiago y que nunca me miró

El día que conocí a mi hermana mayor y descubrí que era colorina y que mi estirpe albergaba ese gen recesivo, fruto de siglos de cielos cubiertos

(La sola geografía no explica las mutaciones del fenotipo como en los osos polares: los esquimales ni los selk’nam son pelirrojos)

Pero si el cielo es gris seis meses y seis meses en la noche reina el sol negro, el sol de oro rojo brilla en los cabellos entonces?

Rojo es el oro en las sagas que dragones custodian, que enanos forjan, que gigantes envidian, que los dioses roban, por el que los héroes mueren y vierten su sangre.
Sangre roja por el rojo oro.

Lole, roja nube amiga, Dolores sin dolor, alegre es tu nostalgia.
El humo de la yerba en un banco mojado de la Udec por la noche conduce a un viaje dentro de lejanos inviernos.
Mayo el mes fatídico: la tristeza engrosa las raíces, fuertes raíces, sanas, hacia el centro de la tierra.

Una once en el Roggendorf se transforma en magia sin conejos, vieja magia de bosques.
Y todo lo que hablamos, lo imaginamos y aparece frente a nuestros ojos
Más sólido que tu capuchino o que mi strudel.

Tu don de escoger de las frutas la más sabrosa, un regalo que me compartes
Y lo corroboro ayer en la mañana en el almacén de Diego
Y ahora eres para mí como una Venus colorina de Botticelli y una Hécate colorina de Grünwald:
Lole portando la cornucopia
Lole quemando un gato que arde y se transforma en un gato de fuego
Lole sacudida por el secreto viento atómico que destruye los espíritus cada día en cualquier esquina de Conce

Te regalo una imaginaria armadura de plata y un mandoble de toledano acero
Para que la uses de ancla, clavada en la tierra
Y sonrías mientras el mundo se descascara hasta que brillen sus huesos y los nuestros

Nuestros miedos más profundos, nuestra propia Kreuzweg, Via Crucis
Expone sus estaciones como en un cuadro bajo una encina poblada de hiedra
Sentados en la escalera de un cerro
Morir en el momento en que por fin te sientes plena
No saber quitarse la vida cuando es lo único honorable
Para con la vida y con la muerte




Lole como Juana de Arco liberando Orleans: fuerte es lo delicado, lo delgado enorme




Llueve para siempre, Lole: en mi corazón siempre llueve, truena, escampa y otra vez llueve




Nunca antes acompañé en un tren a nadie, sin salir de mi cama, río arriba hasta un pueblo remoto, a visitar a la abuela

Gracias por invitarme: “gracias por acompañarme” me respondes
Y yo temo a la tragedia posmoderna y temo que caigas en un barranco o una acequia por chatear mientras caminas
Pero lo posmoderno cede rebasado por el gesto fraterno de los viajeros
Ver el mundo por tus ojos, aportar con mi mirada encantada a lo que vemos
Como cuando los románticos  cruzaban a pie los Alpes para descansar de las nieblas de Germania y tomar el sol en Roma
Entonces ellos se escribían sentidas cartas en espinuda caligrafía fraktur
Y esas epístolas tardaban años en ir y venir con preguntas y respuestas y emociones del momento que permanecían siempre actuales
Y las ilustraban con bocetos y acuarelas de paisajes
“Mira, querido amigo, como las sombras del pinar dan un rictus grave a este locus amoenus”
Pues esos paisajes estaban poblados de emociones en cada línea y cada mancha
Habitados por nuestras almas proyectadas en ellos
Hechos conscientes, poblados por los númenes de nuestros ojos y mirares
Y aunque nuestro viaje juntos separados se comunica a través del aire casi instantáneo
Ese inmediatez deviene en siglos y el tiempo invoca lo eterno sin urgencias

Qué nuevos dones me deparan tus nubes danzantes, paganos dolores



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