miércoles, 5 de octubre de 2016

Níðstang. Poste de Maldición. Concepción. Julio, 2016.

Níðstang. Poste de Maldición.
Hace cuánto siglos que el poema no maldice
-no hablo de la maledicencia de la plebe ni de míseras disputas de poetas-
(Ni del hijo de Idaho, héroe de Venecia, con nombre de profeta y de peniques, poeta americano enjaulado por la usura.)
Hablo de conjuros y maldiciones en graves versos
Hablo de runas de muerte talladas en las rocas.
Hablo de poemas que traen la enfermedad, la sequía y la ignominia
A quienes el poeta, por fuerza, los destina
Con la majestad que sólo un poeta tiene.
No improvisa su oficio no lo inventa
No lo busca, no lo quiere
Quien es víctima de la Musa, la vieja Diosa Triple  y cavernaria.
Muere deshonrado el poeta fementido
Si las cosechas que lo alimentan también dependen de su lengua:
Porque su Amo y Maestro es el Dios del Viento y la Palabra
Que fecunda los campos invocando al Sol
Y a la lluvia.
Malhaya el poeta que no bendiga lo sagrado de una mesa, aún con su silencio.
Malhaya el poeta que no sana con su ensalmo la pata rota de una vaca, o que no lo intenta.
Malhaya el poeta que no condena los crímenes contra su estirpe, contra su tierra:
Aquí se confunden muchos, aquí se separa el poeta de feria del bardo que mora en la espesura.
No es asegurar los aplauzos en la plaza
No es comprar los votos, mejor lo hacen los mercaderes que hoy rigen con plúmbeo cetro:
Es saber oír y poder recitar con callada fuerza
Los fatales versos que los dioses dictan contra quienes ofenden lo sagrado.
Es sabido que los hombres nobles luchamos junto a los dioses
Es sabido que luchamos junto a ellos sólo para perder finalmente la batalla del tiempo.
Menos sabido es, pero dice un poeta que los dioses saben,  que contra la estupidez es nuestra guerra y siempre perderemos.
Menos sabido aún que hemos de perder la vida, única que recordamos o conocemos
No sabiendo que siempre volveremos.
Y que esto es lo único que los dioses envidian de los héroes.
Sean los poetas héroes, sin querer serlo, o no lo sean.

Salud por quien combate por su pan, por sus padres, por sus hijos, por su tierra, aunque mísera.
Salud y honor por quien sabe que siempre perderemos y aún sin esperanza va a la guerra:
El honor siempre fue suntuario, innecesario
Un lujo, un capricho, crear de gusto un sentido para lo insensato:
La misma vida.
Honorable y más que bienaventurado:
Saber morir y conducir a otros a esa altura desde donde precipitarse con orgullo en un abismo.
Pronunciar la íntima verdad a sabiendas de que es inaudible para los muchos.
Y quien la escucha, desearía de pronto ser sordo.




Bendita la derrota, pronuncia en una arenga alguien anoche en mi sueño:
Nuestro mundo, que es nuestra alma, será violada y desangrada por lo más horrendo que imaginar podemos.
¿Daremos aún así la batalla, sin fe en la victoria, sin esperanza en el milagro, sin consuelo en la derrota, sin una bala que nos libre de nuestro peor tormento?
Salud, jóvenes furiosos: cerrad las calles, quemadlas, destruid lo que estiméis necesario.
Destruid sin peros.
Destruidme, intentadlo, si así también lo juzgáis oportuno.
(Alguna batalla os daré, la que pueda, sin rencores)
La única delicadeza que os pido, a alguno de vosotros, de entre los mejores
A sabiendas de que hoy en día pocos darán la altura y el ancho
No seáis el reflejo de lo que odiamos
No seáis como ellos en un signo inverso
Los signos se invierten, como cada polo de este mundo
Día y noche, luz y sombra, estío o invierno
Se alternan sin afanes.
Tened el único gesto que os diferencia en ese único momento
Cuando la muerte a todos nos iguala:
Al vil y al noble, al rastrero y al valiente
Al falso y al verdadero.

Ingrato es lo que canta la Musa por mi boca:
No le es plácida la función al instrumento.
Habéis de saber, no obstante, el origen de lo que nos destruye
Que es el propio fundamento de nuestra honra.
Honra es lo que el enemigo ignora
Que es el deber para consigo y con el resto.
Usura ha sido llamada la infamia, la cobardía, el dolo, la malicia, el perjurio, la insidia y la indolencia.
Cuando tu alma de sí misma se ha vaciado:
Qué te quedará más que vaciar y envenenar las otras.
Nada es personal.
No más que una máscara de un actor es nuestro ego.
Alguien tiene que encarnar el cáncer y el gusano.
Muchos complacidos lo han hecho: así cumplieron su destino.
Si no fue el tuyo tu regalo es comprender lo que para ellos siempre será un misterio
Y sin odios ni rencores pero sin piedades aún así darles batalla.
Es evidente que siempre perderemos.
Pero recuerda que no hay premio, no hay gloria no hay cielo: perderemos.
Daremos, aún así, noblemente la batalla
Aunque nadie pueda honrar mañana nuestro sacrificio con su recuerdo?

Dicho esto:
Alzo ahora, al fin, como poeta, mi copa de salud colmada de veneno, más que trinchera o barricada, esta es mi maldición, mi conjuro de muerte, de deshonra  y destrucción, mientras puedo.
En un promontorio de la tierra, como en el lejano norte antes  mis lejanos ancestros hicieron
Un palo de un árbol sagrado clavo con la cabeza de un animal muerto
Invocando a los espíritus guardianes de esta tierra
del Sur que llamamos Chile:
Para que quienes contra toda ley divina y humana quitan el aire, el fuego, la tierra y el agua a su propio pueblo:
Que nunca encuentren paz alguna ni en su propio pecho, ni camino seguro a casa, ni buen dormir ni sabio sueño, ni tranquila muerte, ni provechosa riqueza, ni pobreza digna, ni sanos hijos, ni amorosos nietos, ni amores fieles, ni descanso alguno ni cálido lecho, ni honrosa vejez, ni comida sin estiércol, ni bebida sin veneno, ni fiesta sin tristeza, ni mirada sin reproche, ni silencio sin estruendos.
Y que si el oro vulgar buscaron, como Midas, el oro vulgar paralize de sus hijos para siempre los miembros y tal sea su único e indigerible alimento.
Y que si poseer la cáscara de la tierra desearon, sólo el polvo y la roca les ofrezca el inútil sustento.
Y que los embargue en silencio la verguenza y aún anhelando la muerte ésta los ignore con desprecio.
Tal es mi maldición para aquellos que concientes del daño y del yerro, por estupidez o cobardía, por deliberada ignorancia o por malicia, siguieron prefiriendo su pequeño beneficio a actuar según lo que cada uno sabe que es lo correcto:
Pequeño es el mundo y el alma del mundo es el alma de todos nosotros
Aún más pequeños
Pequeña es la tierra, nuestra madre
Nuestro padre el cielo, inmenso y pequeño
Si destruyes tu alma, nos destruyes a todos
Todo se destruye
Nada es eterno
Sólo lo será tu propio flagelo y tormento
Así sea
Esta es la maldición de mis versos

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